Muchas veces hemos escuchado a más de uno decir “me siento como un
viejo de 90 años”, pero ahora se sabe que esta simple expresión tiene
un fundamento científico. Un grupo de investigadores descubrió que la
angustia emocional severa acelera el envejecimiento de las células del
organismo a nivel genético.
Es así como padres que deben asumir el cuidado de un hijo enfermo
(síndrome de Down, enfermos crónicos o minusválidos) no sólo presentan
un agotamiento corporal mayor que otros padres sin esta labor
estresante.
La revista “Proceeding of The National Academy of Sciences” informó que
las células de la sangre de las mujeres que habían pasado muchos años
cuidando a un hijo inválido eran, genéticamente, una década más vieja
que las de sus pares con menos experiencia en el cuidado de alguien.
El estudio es el primero que relaciona la opresión psicológica con la
edad biológica. Sin embargo, los médicos ya habían vinculado la tensión
psicológica crónica con una función inmune debilitada y un riesgo mayor
de resfriarse, sin tener una explicación certera de estos casos.
Lo positivo de este hallazgo es que indica una nueva forma en que puede
ocurrir el desgaste, dando una posibilidad de enfrentar con mayores
recursos y técnicas médicas el proceso de envejecimiento.
El equipo de investigación analizó muestras de sangre de 58 madres
jóvenes y de mediana edad: 39 de ellas tenían a su cuidado un hijo con
algún desorden crónico como autismo o parálisis cerebral.
A través de técnicas genéticas los médicos observaron el ADN de sus
glóbulos blancos, que son fundamentales en la respuesta inmune del
organismo a la infección.
El director del laboratorio de neuroendocrinología de la Universidad
Rockefeller, Estados Unidos, Dr. Bruce McEwen, explico que la
información analizada en la investigación revela “el precio que todos
pagan por el desgaste de los tejidos durante una vida llena de tensión”.
Los especialistas tomaron como parámetro comparativo una pieza de ADN
llamada telómero. La variación del largo en el telómero a través del
tiempo es una medida aproximada de la edad de una célula.
Al evaluar el ADN de madres que cuidan a un hijo con alguna patología
crónica, los investigadores se dieron cuenta que, mientras más tiempo
atiende la madre los requerimientos de su hijo enfermo, más corta es la
extensión de su telómero.
El estudio es una nueva evidencia de que la responsabilidad de cuidar y
atender a un hijo enfermo no puede ser exclusiva de la mamá. Por el
contrarío, es una labor de cada miembro de la familia, según explica la
Dra. Jeannette Pizarro, psicóloga de la Universidad de Antofagasta,
Chile.
“La familia debe aprender a convivir, y entender que en su núcleo
existe una persona más desvalida que los otros y que requiere cuidados
especiales. Cada uno puede contribuir con alguna tarea y esta puede ser
con el mismo enfermo o realizando labores del hogar”, puntualizó la
Dra. Pizarro.
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